Cuando te das cuenta de que no sabes nada de…
Por Lorenzo Hernández • 26 Mar, 2011 • Sección: Hablar de CienciaLa siguiente reflexión refleja lo que a todos nos debe pasar en un momento determinado de nuestra vida. Ese momento en que te das cuenta de que no sabes nada de un tema determinado. En ese momento hay dos opciones: indiferencia o curiosidad. Si te pica el gusanillo de la curiosidad lo más seguro es que te dure toda la vida. Y este momento puede surgir en cualquier instante de la vida, en cualquier lugar y con cualquier disciplina. A Bill Bryson, según cuenta en Una breve historia de casi todo, le picó el gusanillo de la ciencia en un avión cruzando el Pacífico.
«Así que me hice mayor convencido que la ciencia era extraordinariamente aburrida, pero sospechaba que no tenía por qué serlo; de todos modos, intentaba no pensar en ella en la medida de lo posible. Esto se convirtió también en mi posición durante mucho tiempo. Luego, mucho después (debe de hacer unos cuatro o cinco años), en un largo vuelo a través del Pacífico, cuando miraba distraído por la ventanilla el mar iluminado por la Luna, me di cuenta, con una cierta contundencia incómoda, de que no sabía absolutamente nada sobre el único planeta donde iba a vivir. No tenía ni idea, por ejemplo, de por qué los mares son salados, pero los grandes lagos no. No tenía ni la más remota idea. No sabía si los mares estaban haciéndose más salados con el tiempo o menos. Ni si los niveles de salinidad del mar eran algo por lo que debería interesarme o no. (Me complace mucho decirte que, hasta finales de la década de los setenta, tampoco los científicos conocían las respuestas a esas preguntas. Se limitaban a no hablar de ello en voz muy alta.) Y la salinidad marina, por supuesto, sólo constituía una porción mínima de mi ignorancia. No sabía qué era un protón, o una proteína, no distinguía un quark de un cuásar, no entendía cómo podían mirar los geólogos un estrato rocoso, o la pared de un cañón, y decirte lo viejo que era…, no sabía nada, en realidad.
Me sentí poseído por un ansia tranquila, insólita, pero insistente, de saber un poco de aquellas cuestiones y de entender sobre todo cómo llegaba la gente a saberlas. Eso era lo que más me asombraba: cómo descubrían las cosas los científicos. Cómo sabe alguien cuánto pesa la Tierra, lo viejas que son sus rocas o qué es lo que hay realmente allá abajo en el centro. Cómo pueden saber cómo y cuándo empezó a existir el universo y cómo era cuando lo hizo. Cómo saben lo que pasa dentro del átomo. Y, ya puestos a preguntar, o quizá sobre todo, a reflexionar, cómo pueden los científicos parecer saber a menudo casi todo, pero luego no ser capaces aún de predecir un terremoto o incluso de decirnos si debemos llevar el paraguas a las carreras el próximo miércoles.
Así que decidí que dedicaría una parte de mi vida (tres años, al final) a leer libros y revistas y a buscar especialistas piadosos y pacientes, dispuestos a contestar a un montón de preguntas extraordinariamente tontas. La idea era ver si es o no posible entender y apreciar el prodigio y los logros de la ciencia (maravillarse, disfrutar incluso con ellos) a un nivel que no sea demasiado técnico o exigente, pero tampoco completamente superficial.»
Bill Bryson. Una breve historia de casi todo. 2005.

Muy interesante y … real. Yo estudié química, no porque mi profesor de física y química me entusiasmara (precisamente) con sus clases, su metodología, su «amor» por la docencia, o por su visión de la Ciencia (con mayúsculas) … No … Hice químicas, porque no aprendí, con él, absolutamente nada … y me picó el «gusanillo». Podría haber estudiado cualquier otra cosa, pero llegué a sentir tal desasosiego y tal orfandad en esos conocimientos que me decidí a cubrir todos los huecos y vacíos que él me había «creado». Jajajaja! ¡Gracias a él estudié Química! Ironías de la vida. Gracias por tus reflexiones.