Esos locos excéntricos.

Por • 28 Feb, 2009 • Sección: Hablar de Ciencia

«Todo el que aspire a ser un auténtico científico debe dedicar al menos media hora diaria a pensar al contrario que sus colegas». Albert Einstein.

Hemos llegado a una etapa de máxima producción científica. Los científicos trabajan en equipo para aumentar el número de descubrimientos formando parte de la época más fructífera de la ciencia. Una época donde los hallazgos surgen a una velocidad nunca antes conocida. Quizá fue Einstein el último gran científico solitario, un «loco excéntrico» que cambió la ciencia. Hoy día la ciencia se ha convertido en industria. Y aunque pueda ser un buen sistema para el progreso deja a un lado a los científicos que antes recorrían el mundo en el Beagle, como hizo un tal Darwin. Hoy día es muy difícil que otorguen una beca para intentar encontrar respuestas al origen de la vida, de la conciencia o del tiempo. Aunque aún queda algún pensador libre, escasean. Son muy pocos a los que les concenden dinero para sumergirse en lo más profundo del océano o viajar al polo norte. Si hablamos de científicos aventureros quizá los astronautas sean los Darwin del siglo XXI, aunque, eso sí, con un equipo enorme de expertos detrás de la hazaña. Aunque esto, más allá de ser un inconveniente, es una ventaja. Como se suele decir, «nadie sabe más que todos juntos».

La especialización y la canalización científica impiden que el que esté investigando sobre los agujeros negros tenga tiempo para pensar y entender sobre lo último en biología molecular. E incluso dentro de la misma rama (si es que existen las ramas, la naturaleza no hace divisiones) el que estudia una proteína no conoce cómo actúa otra proteína que es prima hermana.

Hay que tener en cuenta que la indagación de las respuestas a las grandes preguntas nos ha reportado grandes avances. Un ejemplo puede ser el de Roemer, astrónomo holandés (1644-1710) que fue el primero en llegar a la conclusión de que la luz tarda cierto tiempo en viajar (método Roemer para la medida de la velocidad de la luz) . Esta conclusión surgió a partir de la ley de gravitación de Newton. Al observar las lunas de Júpiter se observó que sus movimientos no se adaptaban a las leyes de Newton. Se comprobó que las lunas se adelantaban cuando las lunas se acercaban a la Tierra y se retrasaban en caso contrario, una circunstancia un tanto insólita. Roemer, cuya confianza en la ley de la gravedad era absoluta, llegó a la interesante conclusión de que la luz tarda cierto tiempo en viajar desde las lunas de Júpiter hasta la Tierra, y que cuando las contemplamos no las estamos viendo en su estado actual, sino tal como eran en el instante anterior correspondiente al tiempo que tardó la luz en alcanzarnos. Cuando Júpiter está más cerca de nosotros la luz tarda menos tiempo en llegar, y tarda más cuando está más lejos, de manera que Roemer corrigió las observaciones eliminando la diferencia de tiempo y, teniendo en cuanta los adelantos y atrasos, pudo determinar la velocidad de la luz. En este caso, una ley correcta sirvió para descubrir otra. De no haber conocido la ley de la gravedad nos habría costado mucho más descubrir la velocidad de la luz, porque no habríamos sabido qué esperar de los satélites de Júpiter. Este proceso ha dado lugar a una avalancha de descubrimientos en la que aún estamos inmersos.

Está claro que hoy día, debido a la complejidad de los conocimientos científicos, no está al alcance de cualquiera descubrir la vacuna contra el SIDA o teorizar sobre las partículas elementales. Aunque no hay que olvidar que, en contra de la ciencia del momento (Lord Kelvin, uno de los científicos más grandes del siglo XIX, declaró que la «navegación aérea» era de todo punto imposible) dos hermanos que arreglaban bicicletas hicieron volar la primera máquina más pesada que el aire. La ciencia, tal como se trabaja hoy, es muy efectiva pero quizá más aburrida que antes al estar dirigida y controlada por el dinero y los intereses de las grandes empresas.

Hoy día, nadie se permite el lujo de morirse de hambre por defender una idea que vaya en contra de lo establecido científicamente ¿o sí? Excepto los pseudocietíficos que, a pesar de ir en contra de lo científicamente establecido, más que morirse de hambre se enriquecen.

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