«La escuela no cambia por decreto». Entrevista a Miguel Ángel Santos Guerra.

Por • 26 Abr, 2012 • Sección: Enseñanza

Hace un par de años tuve la oportunidad de asistir a una conferencia de Miguel Ángel Santos Guerra, Doctor en Ciencias de la Educación y catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga. Fue en el Auditorio y Centro de Congresos de la Región de Murcia Victor Villegas y su función fue dar la bienvenida a los nuevos funcionarios de la Enseñanza de la Región de Murcia. Miguel Ángel es de estas personas que son capaces de transmitir su gran pasión y visión de la Enseñanza y la Educación, consiguiendo la autoreflexión del la actividad docente y remarcando la importancia que tiene la educación para la vida de una persona. En Internet podéis ver vídeos sobre sus conferencias y entrevistas para disfrutarlas. Santos Guerra ha tenido la amabilidad de aceptarme una larga entrevista, 17 preguntas que contesta con gran claridad y con su manera única de expresar sus pensamientos y reflexiones.

La entrevsita se divide en tres pequeños apartados: «Sobre Educación», «Sobre el docente y la escuela» y «Sobre el alumnado.» En sus generosas respuestas nos deja multitud de referencias a las que podemos acudir para ampliar nuestro conocimiento.

Para algunos no necesita presentación pero para los que no lo conozcan pueden consultar brevemente su actividad y currículum en su blog El Adarve.

Sobre Educación.

[pullquote]Estoy convencido de que los problemas de la sociedad no encontrarán la solución en los bancos, ni en los despachos ministeriales, ni en las multinacionales, ni en los cuarteles ni en las iglesias: la encontrarán en la auténtica educación.[/pullquote]


1. Otra reforma educativa basada, como usted denomina, en la racionalidad técnica en vez de en la racionalidad práctica. ¿Van a mejorar la enseñanza las presentes y futuras reformas educativas si continúa esta manera de proceder?

Cuando el profesor se convierte en un mero aplicador de lo que otros han pensado y decidido, es difícil que se produzcan  cambios profundos en la práctica. Parodiando el título de un libro de Michael Crozier (“La sociedad no cambia por decreto”) diré que “la escuela no cambia por decreto”. Puede modificarse la estructura, el currículum, los itinerarios, pero no se transforma la actitud ni se mejora la capacidad educativa.

Creo que ese modelo no funciona. Y, si funcionase, sería peor. Porque habría que cruzarse de brazos hasta que llegase otra Reforma. Hemos tenido siete leyes generales en cuarenta años, mientras que la formación de los profesores y las profesoras ha permanecido inamovible.

Sería ridículo pretender mejorar la cirugía a través de una Ley General. No. Lo que tiene que hacer el Ministerio de Sanidad es facilitar y exigir una buena formación a los profesionales que van a operar, construir buenos Hospitales, organizar bien la dinámica profesional y pagar bien a los cirujanos. Lo mismo digo para la enseñanza.

¿Por qué está tan arraigado ese modelo? Porque políticamente es rentable. Resulta barato. Cuesta muy poco decir en un artículo de la ley que “la evaluación sea continua o cualitativa”. Es de inmediato efecto. Se puede capitalizar, o eso se piensa, electoralmente. Y permite lavarse las manos: ya se lo hemos mandado. ¿Por qué no lo hacen?

Ese modelo nace de la desconfianza en el profesorado. Puesto que no lo van a saber hacer, expliquémoselo. Puesto que no lo van a querer hacer, mandémoselo.

2. El Ministro de Educación, el Sr. Wert, es sociólogo, ¿a alguien se le pasa por la cabeza que el Ministro de Economía fuera filósofo o químico? Para administrar el dinero hay que ser un experto economista pero para administrar la educación de los ciudadanos parece que no. ¿Es necesario que en el Ministerio de Educación haya un experto en educación, o en la política es más importante la gestión y el sentido común?

Existe un peligroso estado de opinión que siempre me ha preocupado. Que para ser un profesional de la educación o, sencillamente, para entender algo sobre ella, no hace falta ninguna preparación. Lo mismo habría de decirse para gobernar la educación. Al parecer, cualquiera puede hacerlo. Conocí una Directora de un Instituto de Ciencias de la Educación que era Catedrática de Artrópodos. Poco menos que increíble.

No se me oculta que un Ministro de Educación debe integrar un Gabinete de un determinado color político. Pero creo que alguien habrá en ese partido que sea un especialista en el tema, que entienda el fenómeno, que conozca el sistema y que valore lo que en él se hace.

No basta el sentido común, no bastan las buenas intenciones. Es necesario que quien dirige una faceta tan importante de un país como la educación sea una persona que conoce y que valora, que sabe y que se compromete.

También creo que debe ser una persona “fuerte” en el equipo porque todo gobierno  es un gobierno de concertación entre las diferentes carteras y la de Economía.  El Ministerio de Educación debe estar situado como una prioridad, no como un adorno. Y su responsable tiene que ser una persona que sepa exigir la parte que le corresponde.

3. Si fuera Ministro de Educación, ¿qué tres reformas educativas plantearía que considere de imperiosa necesidad?

Tengo claras mis prioridades. Voy a referirme a cuatro:

  • 1. PROFESORADO: Daría una capital importancia a la formación del profesorado. Creo que esa es la cuestión esencial de la mejora. Esa es la piedra angular. No hay mejora sin trasformación del sistema de formación y de selección del profesorado.
  • 2. PRESUPUESTOS: Trataría  de conseguir más dinero para la ecuación. La educación de calidad es cara. No es solo cuestión de dinero, pero es cuestión de dinero.
  • 4. ENSEÑANAZA PÚBLICA: Daría una prioridad decidida a la enseñanza pública porque es la enseñanza de todos/todas y para todos/todas.
  • 3. ORGANIZACIÓN: Daría más autonomía a los centros. Tienen que adaptarse a las necesidades del contexto.  Haría centros no muy grandes. Reduciría el número de alumnos por aula. Hay que adaptarse a las diferentes diversidades y eso es solo posible con pocos alumnos por aula.

4. ¿Cómo convencería a alguien, en pocas palabras, que la educación es inversión no es gasto (o ahorro)?

Hay estudios que demuestran de forma clara como es de rentable la inversión que se hace en educación. Pero de forma breve,  como me pides, diré con Herbert Wells que “la historia de la humanidad es una larga carrera entre la educación y la catástrofe”.

Estoy convencido de que los problemas de la sociedad no encontrarán la solución en los bancos, ni en los despachos ministeriales, ni en las multinacionales, ni en los cuarteles ni en las iglesias: la encontrarán en la auténtica educación.

Sobre el docente y la escuela.

[pullquote]…no se valora la importancia de la educación. No se considera que sea una tarea de consecuencias decisivas para la vida de las personas y para las sociedades.[/pullquote]

5. En muchas películas aparece la profesión del docente como alguien que ha fracasado en sus motivaciones y se ha tenido que dedicar a la docencia (me viene a la memoria una escena de la película de Billy Elliot donde este le reprocha a su profesora que no ha triunfado y que es una bailarina frustrada) ¿De dónde viene y por qué se presenta de esa manera al docente?

Efectivamente, existe una suposición de que quien no vale para otra, vale para la enseñanza. Lo decía con evidente cinismo Bernard Shaw: “Aquí, el que sabe hace y el que no sabe, enseña”. Y Muriel, en su preciosa novela “La elegancia del erizo«, dice (cito de memoria): “Los que saben, hacen; los que no saben, enseña;, los que no saben enseñar, enseñan a los que enseñan y los que no saben enseñar a los que enseñan, se meten en política”

En uno de mis viajes a Argentina me contó una maestra que una alumna suya le había dicho a su madre:

– Mamá, tengo una maestra muy inteligente…

Y, ante la insistencia de la niña, la madre dijo:

– No sigas. No será tan inteligente, si es maestra.

¿A qué se debe esta corriente de opinión? A la ignorancia. Mucha gente no sabe lo complicada que es esta tarea: por su naturaleza, por los  ”materiales” con los que trabaja (actitudes, emociones, valores, expectativas, ideas…), por la diversidad infinita del alumnado, por el elevado número de alumnos por aula… (suelo decir que hay dos tipos de alumnos en el sistema educativo: los inclasificables y los de difícil clasificación). Esta tarea tiene una enorme complejidad. En ella no sucede que si A, entonces B. Lo que pasa es que si A, entonces B, quizás.

La causa reside también en que no se valora la importancia de la educación. No se considera que sea una tarea de consecuencias decisivas para la vida de las personas y para las sociedades.

6. Fito y Fitipaldis (grupo popular) canta “El colegio poco me enseño…..si es por esos libros nunca aprendo a: Coger el cielo con las manos, a reír y a llorar lo que te canto…”, y Ken Robinson, conocido a nivel mundial como un experto en creatividad y educación, afirma que la escuela mata la creatividad. ¿Tiene algo bueno la escuela?

Tiene algo de malo o mucho de malo cuando no es una buena escuela. Y  tiene mucho de  bueno cuando es una auténtica escuela. Porque la escuela, a mi juicio, debe desarrollar el pensamiento, la creatividad, el análisis, el espíritu crítico… Cuando se sale de su misión es cuando se convierte en una institución autoritaria, repetitiva, aburrida y homogeneizadora.,.

Además de a pensar, la escuela enseña a convivir. Es la gran mezcladora social. En ella conviven niños y niñas, listos y torpes, blancos y negros, creyentes y agnósticos… Y están allí juntos con unos profesionales preocupados por enseñar la importancia que tiene la dignidad humana…

El pedagogo alemán Helmut Von Hentig escribió hace unos años un precioso y corto librito titulado “¿Por qué tengo que ir a la escuela?» Se trata de una colección de 26 cartas que el tío le escribe a su sobrino para demostrarle lo importante que es ir a la escuela. Y termina diciendo, que es probable que no todo le guste en la escuela, pero que de él depende hacerla mejor.

7. Eduardo Punset suele afirmar: «Me horroriza que a mi nieta de 13 años no le hayan enseñado lo que es la ansiedad, ni el miedo». Incide en la necesidad de introducir el aprendizaje emocional en la escuela. ¿Debemos plantearnos seriamente enseñar en la escuela a saber qué nos pasa por dentro, a controlar nuestras emociones, antes de enseñar matemáticas, física o filosofía, o es compatible ambas cosas?

Nadie duda de la importancia de la dimensión emocional de las personas. De ella depende, en realidad, la felicidad. No tanto de lo que se sabe, sino de lo que se siente.

Sin embargo, la escuela ha sido tradicionalmente el reino de lo cognitivo y no de lo afectivo. Se sabe, sin embargo que para aprender hace falta una disposición emocional hacia el aprendizaje.

Creo que los alumnos y alumnas aprenden de aquellos docentes a quienes aman. Y creo también que la felicidad de los docentes es esencial para que puedan realizar adecuadamente sus tareas.

No somos los docentes máquinas de enseñar y los alumnos y alumnas máquinas de aprender.

Por eso, para los todos y para todas, alumnado y profesorado, resulta indispensable la educación sentimental.

Hace unos años publiqué en Buenos Aires un libro sobre este tema. Se titula “Arqueología de los sentimientos en la escuela” (Editorial Bonum). En él planteo la necesidad y las estrategias de la educación sentimental.

8 ¿Cómo animaría a un docente que ama su trabajo, le pone pasión a sus explicaciones, prepara sus clases concienzudamente y después, debido a la falta de disciplina, no puede llevar esto a cabo adecuadamente?

He pensado mucho en estos compañeros que lo pasan mal. No podemos olvidarnos de ellos. Me refiero a los que quieren hacerlo bien, a los que se esfuerzan sin éxito.  A los que, por mucho que lo intentan, no logran hacerse con la clase. Sé que los hay. He aquí otra de las razones por las que esta tarea no es fácil. ¿Cómo enseñar a quien no quiere aprender?

Creo que hay dos soluciones: la primera es que se afronte el problema como si el de toda la comunidad docente se tratase. No es correcto decir: “que espabile” o “que aguante”… La segunda pasa por el interesado: tiene que reflexionar sobre las causas del problema, comprenderlas y tratar de atajarlas de una forma adecuada. Yo le aconsejaría a ese profesor que se ganase a los líderes de la clase. Si lo consigue tiene a la clase de su lado. Y que dialogase con algún veterano profesor que compagine experiencia y compromiso.

Una cosa más: existe un arte y una ciencia maravillosos que consisten en saber transformar dos signos menos en un signo más. En la Editorial MAd Eduforma de Sevilla publiqué en 2006 un librito que se titula “La estrategia del caballo y otras fábulas para trabajar en el aula”. Da título al libro la historia de una familia que tiene un caballo. Se pierde y lo buscan hasta encontrarlo en un pozo. Como el pozo es profundo y el caballo viejo, deciden no tomarse la molestia de sacarlo. Echan paladas de tierra sobre él para cegar el pozo. Pero el caballo, al sentir la tierra sobre su lomo, la sacude, de forma que cae  a sus pies y él sube de nivel. Así una y otra vez hasta que sale trotando en libertad. Supo transformar las paladas que pretendían sepultarle en una escalera hacia la liberación.

9. Uno de los problemas presentes en el día a día del docente es evaluar si el alumnado ha aprendido lo que se le pretende enseñar. ¿Sabría indicar algunas pautas para conseguir este difícil objetivo?

Creo que son seis los libros que he escrito sobre la evaluación del alumnado, del profesorado, de los centros y del sistema educativo.

Sintetizaré en pocas líneas ese amplio contenido:

  • La evaluación, más que un fenómeno técnico es un fenómeno ético. Más que hacer muchas evaluaciones e, incluso, más que hacerlas bien, lo que importa es saber a quién benefician y a quién perjudican, qué valores promueven y qué valores destruyen.
  • La evaluación tiene dos componentes importantes. Uno es el de comprobación, al que se alude en la pregunta, pero tiene otro componente no menos importante, que es el de explicación. Es muy importante explicar  POR QUÉ ha sido ese el resultado. Si atribuimos todo el fracaso al hecho de que los alumnos son vagos, torpes, indisciplinados, a que vienen mal preparados, a que las familias no ayudan o a que ven mucha televisión, nosotros no podremos mejorar.
  • La evaluación permite poner sobre el tapete todas nuestras concepciones,  actitudes y principios de actuación. Se puede afirmar: dime cómo evalúas y te diré qué tipo de profesional eres.
  • Lo más importante es preguntarse PARA QUÉ sirve la evaluación. ¿Sirve solo para clasificar, comprobar, controlar, seleccionar…? ¿O sirve, sobre todo, para comprender, para dialogar, para mejorar…?
  • La evaluación condiciona el aprendizaje. Por eso conviene preguntarse qué tareas potencia. En una clase hay tareas de memorización, aprendizaje de algoritmos, comprensión, análisis, opinión, creación… ¿De qué tareas hay más presencia en la evaluación?

10. ¿Qué opción es mejor para llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje: grupos heterogéneos u homogéneos?

La respuesta no es tajante en este punto. En primer lugar porque no hay grupos plenamente homogéneos. Siempre hay diferencias. Cada persona tiene su ritmo, su estilo, su voluntad de aprendizaje. No es buena una excesiva heterogeneidad, ciertamente,  pero cierta heterogeneidad tiene sus ventajas. Unas personas pueden ayudar a otras, unas pueden aprender de otras.

Se dice, por ejemplo, que es mejor que las chicas estudien separadas porque tienen un nivel más homogéneo. Pero creo que juntos pueden hacer otros aprendizajes indispensables: pueden aprender a conocerse, a respetarse, a ayudarse mutuamente…

Hace unos años escribí un librito titulado “Un claustro investiga. Agrupaciones flexibles de alumnos”. Fue una estupenda experiencia que se realizó en un centro cuyos profesores estaban preocupados por esta cuestión.

11. En sus conferencias suele nombrar los mitos y errores sobre el docente: El profesor/a nace, no se hace; para ser profesor/a basta tener conocimientos… ¿Qué mitos son verdadero y falsos sobre la imagen que hay en el exterior sobre el docente?

[pullquote] Una cosa es saber algo y otra saber enseñarlo. Y otra, todavía más difícil, que es despertar el amor al conocimiento.[/pullquote]

Hay mitos muy dañinos. Tú has citado algunos de los que suele hablar. Cuando se piensa que no hace falta una preparación especial para ser docente, porque basta dominar una asignatura se incurre, a mi juicio, en un peligroso error. Porque una cosa es saber algo y otra saber enseñarlo. Y otra, todavía más difícil, que es despertar el amor al conocimiento.

Pensar, por ejemplo, que la enseñanza causa el aprendizaje nos lleva a  no interrogarnos nunca sobre la forma de mejorar lo que hacemos como docentes. Cuando los alumnos no aprender es porque son vagos, torpes, desaplicados o impertinentes.

Pensar que hay formas inequívocas de comprobar si el aprendizaje se ha producido, es otro mito. O pensar que hay formas inequívocas de saber por qué no se ha producido el aprendizaje.

Hay muchos otros mitos, como los que tú mencionas en la pregunta: creer que para ser profesor no hace falta preparación alguna específica o que basta tener conocimientos para saber transmitirlos o para despertar el deseo de aprenderlos.

No es verdad, por ejemplo, que solo aprendan los alumnos, o que solo aprendan conocimientos o que solo aprenden aquello que se le aprende enseñar. Aprenden muchas otras cosas, a veces, muy preocupantes, como odiar una asignatura de por vida.

Esos mitos o errores están fuera y dentro de la profesión. Es necesario combatirlos con la reflexión y el debate.

12. Usted mantiene un blog que se llama El Adarve y supongo que defenderá las nuevas tecnologías como herramienta para el aprendizaje y la comunicación. ¿Está muy extendida esta idea, a nivel universitario, o aún hay mucha gente reacia a estos medios? ¿Conoce a muchos profesores universitarios que escriban un blog sobre su especialidad?

Nos queda mucho por aprender a los profesores y profesoras universitarios. Ya lo creo. En primer lugar por la importancia de los cambios que se suceden. Tú me hablas de uno muy importante que es la aparición de las llamadas nuevas tecnologías. En segundo lugar por la rapidez de esos cambios que tienen una secuencia acelerada.

La potencia de las tecnologías para la comunicación y la difusión de la información es verdaderamente deslumbrante. Hoy no se puede entender el mundo sin ellas. Además, nuestros alumnos son nativos digitales y nosotros somos inmigrantes digitales. No nos podemos dormir si no queremos que nos atropelle el tren de la historia.

13. ¿Qué ha aprendido en su larga trayectoria como docente e investigador que considere que se debe transmitir a las siguientes generaciones de docentes?

Muchas cosas. Siempre se puede aprender porque todo habla en el sistema educativo y en la escuela. He aprendido, sobre todo, de mis alumnos y alumnas. Me han enseñado esfuerzo, ilusión y ganas de aprender. Gracias a que existen los alumnos tenemos razón de existir los  profesores. He aprendido de mis colegas, que me han ayudado a descubrir nuevas dimensiones de la enseñanza. He aprendido de los libros que he leído y de las experiencias que he tenido. Y también de mis errores, que no han sido pocos.

Y, ¿qué he aprendido?

  • Que enseñar no es solo una forma de ganarse la vida. Es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros.
  • Que el amor en esta profesión es esencial: el amor a los que se enseña y el amor a lo que se enseña.
  • Que solo aprende el que quiere. El verbo aprender como el verbo amar no se pueden conjugar en imperativo. Por eso es fundamental despertar el amor al aprendizaje.
  • Que las semillas de la educación fructifican, algunas mucho tiempo después de sembrarse.
  • Que es muy importante saber vivir la profesión porque no habrá otra oportunidad de volver a vivirla.
  • Que las palabra autoridad proviene del verbo latino actor, augere, que significa hacer crecer.
  • Que sin optimismo es difícil afrontar la tarea de la enseñaza, porque estará a bocada al fracaso.

Sobre el alumnado

14. Suelo pensar en qué ocurriría si el 30% de los edificios se cayesen, si el 30% de los aviones se estrellaran, si el 30% decualquier cosa fallase. Para cualquier sector sería un porcentaje altísimo que le llevaría a la quiebra, a una protesta popular  y los políticos actuarían de inmediato. Algo más del 30% de los jóvenes no concluye la secundaria y no pedimos explicaciones ni salimos a la calle. Mientras los jóvenes se siguen “estrellando”, la educación sigue siendo un arma política ¿Cómo cambiar esta tendencia? ¿Puede un país soportar este porcentaje de fracaso escolar?

[pullquote] Yo digo que los alumnos tienen derecho a la educación pero que, sobre todo, tienen derecho a tener éxito en la educación.[/pullquote]

No lo debe soportar. Yo digo que los alumnos tienen derecho a la educación pero que, sobre todo, tienen derecho a tener éxito en la educación. Cuando un alumno fracasa, fracasa todo el sistema. Si dijéramos que los niños tienen derecho a ser hospitalizados y, en el hospital, contrajeran nuevas enfermedades, fueran mal diagnosticados o muriesen en el quirófano, ¿para qué les serviría ese derecho? Deberíamos decir que los niños tienen derecho a tener éxito cuando van al Hospital.

El porcentaje de fracaso es insoportable. Todos debemos sentirnos interpelados por la situación, sin echar la pelota a los demás. Los políticos, los profesionales de la educación, las familias, los propios alumnos. Todos debemos sentirnos comprometidos con la mejora.

La sociedad, en general, no puede desentenderse de este problema. Vuelvo a recordar el magnífico lema de la tribu africana: “Hace falta un pueblo entero para educar a un niño”.

15. La educación reglada en muchas ocasiones parece una competición que hay que ganar. A ver quién saca más nota y acaba antes la carrera. Es lo que  Robert de Beaugrande llama “educación bulímica” donde se  fuerza al estudiante a alimentarse con un festín de datos que debe memorizar y tareas que conducen siempre a una única “respuesta concreta”. ¿Esto es culpa del currículum o de cómo enfocamos los docentes la enseñanza?

Es culpa de muchos factores. Vivimos en una cultura neoliberal que ha hecho de la competitividad un lema. No se trata de ser los mejores de nosotros mismos, se trata de ganar a los otros. Entre países, autonomías, localidades, familias, alumnos y… hermanos. Se trata de ganar, de superar, de estar bien situados en la escala.  Estar bien colocados en las pruebas de PISA, por ejemplo, se ha convertido no en un medio sino en un fin.

Las familias han entrado en esa dinámica y le piden a los hijos resultados, no solo esfuerzo, no un disfrute especial con el aprendizaje.

Las instituciones compiten unas con otras impulsadas por una poderosa presión social. O ganar o morir.

Me  remito al artículo “Ubuntu” que el 21 de abril publiqué en mi blog El Adarve.

16. Podemos encontrar frases sobre la mala educación que reciben los jóvenes de cualquier época histórica. ¿Alguna vez estas frases han tenido razón? ¿Estamos en una de esas épocas?

Lo sé. Parece que todas las etapas de la historia son críticas (para muchos en sentido negativo). Yo tengo una visión extremadamente optimista de la historia y de la educación. Es más, creo que la enseñanza es una tarea intrínsecamente optimista, porque parte de un presupuesto esencial: el ser humano puede aprender, el ser humano puede mejorar. Es tan consustancial el optimismo a la educación como mojarse para el que va a nadar. Dice Merieu que “la educabilidad se rompe en el momento que pensamos que el otro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo”.

Cada época es diferente. Creo que cada vez son mejores los momentos del aprendizaje y de la enseñanza. Hay que trabajar ahora y hacer mejor la realidad  que nos ha tocado vivir.

Incluso una patada en el trasero nos puede servir para caminar más deprisa.

17. ¿Qué libros le han marcado y recomendaría?

Tengo en casa una biblioteca con más de 10.000 libros. Me gusta leer. Y me gusta leer todo tipo de libros. No solo libros relacionados con la profesión, aunque creo que todos los libros están un poco relacionados con la educación.

No es fácil elegir, pero, ya que se pide, haré un esfuerzo para decidirme por algunos. Me limitaré a los escritos en castellano.

– En mis tiempos de estudiante universitario me marcaron los libros de Paulo Freire, en especial “La pedagogía del oprimido”. Eran libros prohibidos, pero circulaban con facilidad.

– Conocer a Carl Rogers me hizo valorar sus escritos, especialmente los relacionados con la no directividad. Concretamente “Libertad y creatividad en educación”.

– El pensamiento de Laurence Stenhouse ha tenido una decisiva influencia en mis planteamientos actuales sobre la innovación educativa. El árbol que plantaron sus alumnos en el campus de la Universidad de Norwich cuando él murió, recoge una de sus ideas clave: “Son los profesores quienes a fin de cuentas van a transformar el mundo de la escuela, comprendiéndolo”. Lo explica muy bien en su libro “Diseño y desarrollo del curriculum”. También me han marcado los libros de Humberto Maturana. En la Editorial Aljibe publicamos un libro que recoge unas conversaciones que mantuvimos con él tres profesores de la Universidad de Málaga. Se titula “Conversando con Maturana”.

– Me ha gustado mucho “Mal de escuela”, de Daniel Pennac. Está escrito con pasión, con buen estilo, no en vano el autor es un buen novelista, además de un excelente profesor. Me ha gustado “La alegría de enseñar”, de Rubem Alves, porque mantiene un enfoque optimista y apasionado de la enseñanza. Hace un par de años leí un estupendo libro titulado “Lo que hacen los mejores profesores universitarios”, de Ken Bain. También me pareció estupendo el libro de Frank McCourt titulado “El profesor”.

– El libro de José Antonio Marina “Ética para náufragos” me parece una excelente aportación. Del mismo modo que el que escribió con María de la Válgoma y que lleva por título “La lucha por la dignidad”.

– Me han gustado muchas novelas, como “Ensayo sobre la ceguera”, de José Saramago; “La fiesta del chivo”, de Mario Vargas Llosa”; “El amor en los tiempos del cólera”, de Gabriel García Márquez; “La casa del propósito especial”, de Joh Boyne; “La elegancia del erizo”, de Muriel Barbery, “Hoy, Júpiter”, de Luis Landero…  Me ha gustado la trilogía de Stieg Larsson y, recientemente, la de Katherine Pankol. Y para aprenden y divertirse, lean “Platón y un ornitorrinco entraron en un bar”, de Thomas Cathcart y Daniel Klein (han publicado luego, aunque me parecen peores, “Aristóteles y un armadillo van a la capital” y  “Hedigger y un hipopótamo van al cielo”). Que aproveche.

18. Muchas gracias, ha sido un placer compartir estas inquietudes con usted.

No. Gracias a ti por la amabilidad de entrevistarme. Suelo decir que todo lo aprendemos entre todos. Cuenta una leyenda persa que, al comienzo de los tiempos, los dioses repartieron la verdad dando a cada persona un trocito, de modo que, para reconstruir la verdad, hay que poner un trozo de cada uno. No hay trozo despreciable. Verdad y comunicación serían las dos caras de la misma moneda. Humildemente he querido aportar mi pequeño  trocito a la hermosa tarea  de compartir.

Y lo ha conseguido. Un abrazo y hasta siempre.

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4 comentarios »

  1. Gran frase de Miguel Ángel Santos guerra:

    «Que solo aprende el que quiere. El verbo aprender como el verbo amar no se pueden conjugar en imperativo. Por eso es fundamental despertar el amor al aprendizaje».

  2. Gran entrevista, y desde mi punto de vista de cuando fui estudiante y de las veces que he profanado la docencia creo que el gran problema es claramente la forma de enseñar de algunos. Creo que no es tolerable llamar clase magistral a leer al alumno un Power Point copiado y pegado de un libro, o hacer evaluaciones donde es conocido por todos los patrones de respuesta tipo test porque se repiten año tras año sin cambiar.
    Quizás esté equivocado y si es así pido disculpas, pero creo el profesorado de vez en cuando también debería ser evaluado en sus formas. Muchos realizan su trabajo con gran profesionalidad pero otros son meros espectadores del paso del tiempo, sobre todo en la universidad

    Un saludo!

  3. Uno de los problemas es pensar que si se utiliza la tecnología se cambia de metodología y no es así. Si cambiamos la pizarra para leer un Power Point no sirve para nada.

    Hay que intentar que el profesorado esté lo mejor preparado posible, que aprenda las herramientas necesarias para enseñar. Luego el contexto le indicará si podrá llevarlo a cabo o no, enseñar (bien), al contrario de lo que se piensa, no es nada fácil.

    En el profesorado hay de todo como en todos lados, pero hay que tener en cuenta que todos «luchan» contra un alumnado que no está motivado y que la sociedad le invita a no estudiar, al resultado fácil y rápido y al éxito por el éxito. En fin, estaríamos aquí toda la tarde. Por supuesto que en la evaluación también está la evaluación del profesorado que, a mi juicio, el más adecuado para hacerlo es el mismo alumno. Los alumnos que quieren a su profesor es porque les enseña y les respeta. Como dice Santos Guerra los alumnos aprenden de aquellos profesores que aman.

    Santos Guerra siempre expone muy claramente su visión de la educación y le agradezco una vez más que me aceptara la entrevista.

    Un saludo.

  4. […] Entrevista […]

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