El cuadrante de Pasteur: entre la ciencia pura y la aplicada.

Por • 2 Sep, 2013 • Sección: Hablar de Ciencia

Pasteur´s Quadrant (1997) es un libro que escribió Donald Stoke donde señala que la manera de clasificar la ciencia pura y aplicada como los dos extremos de un continuo lineal no es ni exacto ni de utilidad particular para pensar en políticas científicas. Gran parte de la ciencia no entra sin dificultad en la categorías de pura o aplicada.

Stike propone a Pasteur como ejemplo de investigador que abordaba preguntas fundamentales de la microbiología que estaban motivadas por problemas muy prácticos planteados por la medicina o por la industria francesa.

Una búsqueda rápida en Google imágenes podemos encontrar una variedad de versiones de su esquema. Uno bastante ilustrativo es el siguiente, donde vienen reflejados los rostros de los científicos que se toman como ejemplo ideal para ese cuadrante.

Imagen extraída de timkastelle.org

O el siguiente:

Imagen extraída de http://www.electron.frba.utn.edu.ar

El eje vertical clasifica la investigación como base en si se centra o no en preguntas científicas fundamentales. El eje horizontal pregunta si la investigación está motivada por un uso o aplicación bien definido.

Como se observa, los dos ejes determinan cuatro cuadrantes cuyos nombres son:

  • Cuadrante de Bohr.
  • Cuadrante de Pasteur.
  • Cuadrante de Edison.
  • Cuadrante sin nombre, que se refiere a la investigación que ni tiene utilidad particular ni está orientada al entendimiento fundamental.

Cuadrante de Bohr.

A este cuadrante pertenecen las investigaciones que se centran en el entendimiento fundamental y no tiene utilidad inmediata: la investigación pura clásica. Ejemplos de ella son los trabajos de Bohr sobre mecánica cuántica y estructura atómica o el famoso bosón de Higgs.

Cuadrante de Pasteur.

En el cuadrante Pasteur se engloban las investigaciones que se centran en el entendimiento fundamental en el contexto de una aplicación bien definida.

Cuadrante Edison.

Este cuadrante corresponde a las investigaciones aplicadas en la que no interesa profundizar nuestro entendimiento fundamental de la naturaleza: la investigación aplicada.

Cuadrante «sin nombre».

Este cuadrante se refiere a las investigaciones que ni tiene utilidad particular ni está orientada al entendimiento fundamental. Ejemplo de ella podría ser la Guía de aves de Peterson, que es una recopilación sistemática de información, esencial para el observador de aves, pero no concebida ni para dar pruebas de las teorías más profundas de la biología ni para satisfacer una necesidad social importante.

¿Dónde se sitúa la ciencia contemporánea?

Parece ser que casi toda la ciencia contemporánea se sitúa en el cuadrante Pasteur. Como afirman Guston y Keniston (1994), buena parte del financiamiento federal estadounidense para la ciencia se basa en la expectativa de que la investigación dará por resultado productos y procesos útiles.

Hace algún tiempo leí el libro de Steven Johnson «Las buenas ideas. una historia natural de la innovación» donde, además de descartar la figura del genio que descubre algo con un ¡eureka!, llega a la conclusión, estudiando las innovaciones desde 1800, que » ciertamente, en entornos descentralizados y no mercantiles, carecen de inmensas fortunas potenciales que atraigan a los participantes. Pero su apertura crea otro tipo de oportunidades interesantes para que florezcan las buenas ideas. Los patrones de innovación se manifiestan mejor en entornos abiertos donde las ideas fluyen a través de canales no regulados; mientras que en otros entornos con más control, de los que restringen el movimiento natural de las ideas, se ahogan.”

Es verdad que vivimos en la época más fructífera de la ciencia, donde los descubrimientos aumentan de manera exponencial, pero parece ser que hay una contradicción entre el encuadre de la investigación científica moderna situada en el cuadrante de Pasteur y la creación de contextos para la creatividad y la innovación.

El año pasado escribí el post «¿Qué beneficio económico tendrán sus investigaciones, señor Newton?» donde reflexiono sobre qué tipo de proyectos se deberían de fomentar en la ciencia y cómo decidir a quién se subvenciona o a quién no. Concluía en el artículo que se haría un bien a la investigación científica si los responsables de dar el dinero no se centraran en la utilidad o beneficio económico de la investigación sino en evaluar si el problema o enigma que quiere destripar el científico es merecedor de investigar. Ya se verá más adelante si las cuestiones se revelan de importancia o no, pero es imposible distinguirlo a priori. Todos los intentos de decidir por adelantado qué problemas valen la pena abordar y centrarse únicamente en ellos están condenados al fracaso.

Si se le pregunta a los ciudadanos (yo lo hice un día en clase), en esta era de recortes, que de dónde recortarían en ciencia si en el LHC o en la lucha contra el cáncer la respuesta es obvia. Pero la gente no suele saber que la investigación básica, en principio sin utilidad, nos ha hecho progresar de manera sorprendente. Por poner un ejemplo relacionado con el cáncer, la radiactividad que fue descubierta por pura investigación básica se usa para el tratamiento del cáncer. Por ejemplo, la radioterapia con yodo radiactivo para el cáncer de tiroides.

Toda la investigación es necesaria, y seguro que nos proporciona beneficios científicos o tecnológico inesperados.

Por cierto, si eres científic@, ¿a qué cuadrante perteneces?

Fuentes:

Guston, D. H., & Keniston, K. (Eds.). (1994). The fragile contract: University science and the federal government. The MIT Press.

Kovac J. (2005). La ética profesional en la ciencia. Filosofía de la química. Síntesis de una nueva disciplina.

Johnson, S. (2012). Las buenas ideas: Una historia natural de la innovación. Turner.

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