La telegrafía: un ejemplo de la complicada relación CTS.
Por Lorenzo Hernández • 28 Mar, 2011 • Sección: Hablar de Ciencia, TecnologíaSolemos tener una visión equivocada de la relación entre la ciencia, la tecnología y la sociedad, poniendo la ciencia siempre delante, dando a entender que es la que hace avanzar a las otras dos. Sabemos que no es así y hay numerosos casos para ejemplificarlo, como fue la revolución industrial y la termodinámica. La relación entre las tres suele ser bastante compleja. Un ejemplo es la invención de la telegrafía.
Antes de que Maxwell redondeara la estructura teórica del electromagnetismo, los fenómenos electromagnéticos ya habían sido aplicados y dominados. En pocas palabras, antes de que Maxwell escribiera su tratado “Una teoría dinámica del campo electromagnético”, en 1865, las aplicaciones del electromagnetismo ya se habían abierto camino. Tras los trabajos de Oersted (inducción magnética), Ampere, Faraday y la construcción, en 1820 y 1821, de los primeros galvanómetros (entonces llamados “multiplicadores”), se desarrolló la tecnología de la telegrafía. En 1868 existían en el Reino Unido 4119 oficinas telegráficas y cerca de 40000 kilómetros de líneas.
Lo que interesa es que se entienda que las aplicaciones del electromagnetismo ya se abrían camino, con fuerza creciente, en la década de 1840, cuando Maxwell ni siquiera se había graduado en Cambridge (lo hizo en 1854). En este sentido, no se puede decir que el conocimiento científico guiase al práctico, que la ciencia pura precediese a la aplicada. Así, aunque el descubrimiento (científico) de Oersted había dado pie a imaginar la posibilidad (práctica) de la telegrafía, una vez abierta la puerta de aquella posibilidad, inventores, emprendedores y científicos iniciaron, juntos o por separado, la lucha por lograr hacer realidad la idea. A lo largo de ese camino la ciencia aportó beneficios a la tecnología y la tecnología a la ciencia.
El éxito de la telegrafía repercutió también en los propios físicos. Entre 1854 y 1867, dobló su tamaño la red telegráfica británica. El precio de un mensaje se redujo a la mitad y el volumen de comunicadores se cuadriplicó. En consecuencia, aumentó también la oferta de trabajo en la producción o utilización de conductores eléctricos, aislantes, baterías e instrumental telegráfico, lo que a su vez creó una fuerte demanda de instrucción en telegrafía e, indirectamente, en electricidad. Por todo esto se necesitaba instruir a muchas personas para ser “ingenieros telegráficos” pero, al no haber laboratorios de ingeniería hasta 1878, los jóvenes se tuvieron que formar bien en industrias, como aprendices, bien en laboratorios de física. Esto ayudó, evidentemente, a la física, y en este sentido se puede decir que el telégrafo favoreció la institución de la ciencia física hasta, al menos, alrededor de 1880.
Como vemos, el descubrimiento de Oersted (ciencia) dio pie a la invención del telégrafo. La invención del telégrafo (tecnología) abrió un amplio abanico de posibilidades para avanzar tanto en la tecnología como en la ciencia. La aplicación del invento influyó en las telecomunicaciones y en la creación de nuevos puestos de trabajo (sociedad) que, a su vez, estimuló a la física (ciencia) por la demanda de estudiantes. En este caso se cierra el círculo: ciencia-tecnología-sociedad-ciencia; física-telégrafo-estudiantes-física.
Por muy sencillo que se quiera representar, las relaciones ciencia-tecnología-sociedad, son bastante difíciles porque influyen muchos factores, en ambos sentidos y entremezclados: económicos, políticos, morales, etc.
A Maxwell se le suele decir que es el Newton del electromagnetismo porque, al igual que Newton desarrolló una teoría matemática sólida con la que explicaba todos los movimientos de las cosas (todos los que en el momento se podían explicar), desde un planeta hasta una manzana que cae, Maxwell explicó todos los fenómenos electromagnéticos que hasta el momento se conocían. La importancia de un desarrollo matemático sólido del los fenómenos es que, no sólo explican cómo y porqué ocurren las cosas, sino que son capaces de predecir lo que va o puede ocurrir. A veces, no ocurre lo que se piensa que va a ocurrir y da pie a una revolución científica. Por ejemplo, el experimento de Michelson y Morley. Si Newton unificó, con su teoría de la gravitación, cielo y tierra, Maxwell unificó electricidad, magnetismo y óptica.
Fuente consultada: El poder de la ciencia. José Manuel Sánchez Ron.
Puedes consultar también: Ciencia, tecnología y cambio social. José Manuel Sánchez Ron.